Quien habla bien de su prójimo habla bien de sí mismo.

Las palabras no se las lleva el viento, aunque se crea lo
contrario, las palabras pueden destruir o construir la
seguridad en alguien, pueden crear sueños, anhelos,
ilusiones o pueden destruirlas en un segundo.

Todos los días nos relacionamos con las palabras,
emitimos miles de ellas con los demás para mostrarnos
quienes somos en realidad y que tipo sentimientos
habitan en nuestro corazón.

“De la grandeza del corazón hablará la boca” Decía hace
dos mil años un maestro Nazareno y comprendiendo esta
frase a profundidad nos damos cuenta de que somo
nosotros quienes le decimos al mundo lo que lo que
valemos y no porque lo que deseamos aparentar si no
por la manera en que nos expresamos de los demás.

Aunque existen personas que por cultura son muy mal
habladas, es importante trabajar en habito destructivo, ya
que insultar por “cultura” a alguien más es dañar y dañarse al
mismo tiempo, porque todo tiene una consecuencia.
Si las palabras no se las lleva el viento… ¿Entonces a
donde se quedan?

Grabadas en el corazón del oyente como huellas
hermosas o dolorosas, principalmente en los niños
palabras que lo acompañarán en su crecimiento y serán
parte de su personalidad.

Tres pasos para construir felicidad con las palabras.

-Escucha como hablas de los demás y piensa si eso lo
dirías de ti mismo
-Diariamente antes de dormir ya con la luz apagada,
construye conversaciones bonitas en tu mente acerca de
tu día y acostúmbrate a sentir bonito pensando bien de
los demás
-Jamás le des seguimiento a una pelea mantén tu boca
cerrada hasta que mente tenga claro lo que quiera decir,
no dejes que tu temperamento sea el que hable.

Si deseas cambiar al mundo, trabaja en superarte todos
los días, busca los recursos que están a tu alcance y
úsalos con inteligencia, somos temporales, merecemos
ser felices.

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